La denominación de ambas divisiones de la Biblia, conocidas como Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, está basada en la traducción del vocablo griego diathéke, cuyo significado puede ser testamento o pacto. Estamos conscientes del problema referente a diathéke (He 9.16-17) como una propuesta que ha dividido la opinión de eruditos desde hace siglos. En este sentido, adelantamos nuestra opinión, asistida por razones teológicas, para afirmar que dicha palabra aquí solo puede ser traducida como pacto. La noción de un legatario, que por la muerte de un testador recibe un legado mediante un testamento, es decir, un documento que expresa la última voluntad del testador, como podremos comprobar, total y absolutamente antibíblica, pues en este caso, el testador (es decir, quien establece el pacto) vendría a ser la misma víctima del pacto. Esto plantea dos imposibilidades:
a. Que el Pacto haya sido establecido por el Hijo, o
b. Que el Padre, habiendo establecido el Pacto (y siendo consecuentemente el testador), haga necesaria entonces la muerte ¡del Padre! Como hemos podido observar, la traducción de diathéke como testamento no soporta un escrutinio serio. El gr. diatheke no implica un convenio con otro (esto sería syntheke), sino un acto hecho mediante (dia) algo. Dios es el que pacta, el hombre es solo el beneficiario, y el pacto se confirma mediante la sangre de la víctima destinada al sacrificio. (Gn 15.8-18; Mt 26.28; §129). Habiendo, pues, traducido pacto en el Texto Sagrado (§129), no podemos pensar en una mejor denominación que (Ro 8.17) Viejo Pacto y Nuevo Pacto para titular a cada una de las secciones de la Biblia.