Jue 11.31. Jefté (como Gedeón) se presenta como un hombre de valor (Jue 11.1). Una vez más, no se ha de tener en cuenta su historia como hombre, sino su fe para con Dios. Fue uno de los que temían a YHVH. En sus primeras palabras (vv. 9-10) lo llama a ser su Testigo; después fue y profirió todas sus promesas en presencia de YHVH, en Mizpa (v. 11). Su mensaje al rey de Amón (vv. 14-27) demuestra que era versado en la historia de su pueblo, como se registra en el libro de la Ley. Tuvo que haberla estudiado muy de cerca y para algún propósito, porque no solo sabía los sucesos históricos, sino que los reconocía como provenientes de Dios. Era YHVH quien entregó a Sehón y a todo su pueblo en mano de Israel y los derrotó (v. 21). Fue Él, el Dios de Israel, quien había expulsado a los amorreos delante de su pueblo Israel (v. 23). Lo que Jefté e Israel iban a poseer era lo que Dios les habría de dar (v. 24). Y fue YHVH, el Juez, a quien llamó para juzgar entre los hijos de Israel y los hijos de Amón (v. 27).
Jefté había escuchado las palabras de YHVH escritas en las Escrituras de verdad, y las creyó. El apóstol Pablo lo toma como ejemplo en Hebreos 11. Así que, cuando invocó a Dios para juzgar, el Espíritu vino sobre Jefté, (v. 29) y en ese poder, asumió la guerra contra Amón. Entonces, YHVH coronó su fe entregándole a los amonitas en su mano (v. 32).
Este relato tremendo y simple de la fe conquistadora de Jefté se ve enturbiado por lo que dan a entender algunas traducciones al sugerir el sacrificio de su hija como pago de su voto a YHVH. Sin embargo, el texto ofrece dos opciones: a. “será para YHVH” (en este caso, en dedicación si se trataba de un ser humano) o b. “lo ofreceré en holocausto”. La traducción correcta de este pasaje se apoya en la observación de la partícula conectora “ד” (vav) utilizada frecuentemente como conjunción disyuntiva, y que significa “o” cuando hay una segunda proposición.
Esto viene a ser corroborado por los vv. que continúan (vv. 37-40) donde señalan a una vida de un celibato perpetuo y forzoso. Llorar por la propia virginidad no significa lamentarse porque una ha de morir siendo virgen, sino porque se tiene que vivir y seguir siendo virgen. El marcado énfasis puesto en el lamento de su virginidad, tiene una peculiar relación con la naturaleza del voto. Es interesante resaltar que esta lamentación tuvo lugar sobre los montes. Si lo que hubiera estado en cuestión hubiera sido su vida, las lágrimas hubieran sido derramadas en casa. Pero las endechas de este carácter no podían ser pronunciadas en el hogar ni en la presencia de los hombres. Para tales lamentaciones, la modestia demandaba la soledad de los montes. Por otra parte, su padre cumplió el voto por el hecho de que ella nunca conoció varón. Esto es, el voto fue cumplido con la dedicación de su vida a Dios, en un celibato de por vida.
Es imposible suponer que se trata de un sacrificio humano, lo cual estaba estrictamente prohibido por la ley mosaica, y para lo cual se había previsto rescate (Ex 13.1-15). El sacrificio del primogénito (propio de las religiones paganas →Sal 106.34-39) se sustituye por la entrega de un animal.