Este número exhibe un nuevo conjunto de fenómenos. Por el tres llegamos a la primera figura geométrica. Así como dos líneas rectas no pueden encerrar ningún espacio ni formar una figura plana, tampoco pueden dos superficies planas formar una sólida. De manera que tres líneas son indispensables para formar la figura plana y tres dimensiones (longitud, anchura y altura) para la sólida. En consecuencia, tres es el símbolo del cubo, la forma más simple de una figura sólida. Si dos es el símbolo del cuadrado, tres lo es del cubo. Por ello, el tres representa lo sólido, real y substancial. Todo lo que es substancial y definitivamente completo y entero lleva el sello del número tres. Especialmente en el texto hebreo, se ha transliterado un buen número de vocablos relacionados con los nombres y títulos de la Deidad, así como otros hebraísmos que se explican convenientemente a fin de que el lector obtenga más provechosa lectura.
El Texto Sagrado se inicia con la gloriosa revelación de Elohim como Creador del universo. Su pluralidad como Creador (Ec 12.1), se distingue en frases tales como ... hagamos a un hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, aunque de inmediato su unidad queda bien clara en las palabras ... y Elohim Alef-Tav creó al hombre a su imagen: A imagen de Elohim lo creó, macho y hembra los creó (Gn 1.26-27). Así, el Dios esencial, Elohim, se manifiesta en tres Personas: Padre / Hijo / Espíritu, correspondiendo con sus atributos de Omnisciencia / Omnipotencia / Omnipresencia.
Siempre, pues, relacionado con la Escritura, el número tres marca su carácter plural en perfecta unidad, manifestando uno de los números perfectos de la Deidad, esto es Elohim expresión de perfección de lo real, esencial, perfecto, substancial, completo y divino. Tres es el número asociado con la Divinidad, pues aunque la Escritura no registra la palabra trinidad, la idea se infiere vez tras vez en toda la Biblia. Hay un solo Dios quien subsiste en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mt 28.19). No hay tautología alguna en Is 6.3, y tampoco carece de sentido la triple bendición sacerdotal (Nm 6.24-27). Cada una de estas tres bendiciones es doble, para que haya dos miembros en cada una, mientras que el nombre personal YHVH ocurre tres veces. Esto sella la bendición como Divina en su origen. Ningún mérito la provocó. La gracia fue su origen y la paz su resultado.
Dicho esto, proponemos un ejemplo (Gn 2.16-17; 3.2-3) en los cuales este número se expresa magistralmente: La triple corrupción de la Palabra de Dios (conducente al primer pecado en la tierra) se produjo al 1) omitir, 2) añadir y 3) alterar:
1. Dios dijo: De todo árbol del paraíso come libremente. Sin embargo, al repetir el mandamiento, la mujer omitió la palabra libremente.
2. Dios dijo: del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás de él. Pero ella añadió: ni lo toquéis.
3. Dios dijo: ciertamente morirás. La mujer, con su afirmación para que no muráis, alteró la frase debilitando el énfasis de la advertencia.
No es extraño, pues, que el primer Adam resultara presa fácil para Satanás, quien les hizo olvidar el mandamiento; pero tampoco debe extrañar que al ser tentado el segundo Adam, repitiera tres veces las palabras escrito está, como eco a aquella triple perversión de su Palabra en Edén. Escrito está, y nada omitiré. Escrito está, y nada añadiré. Escrito está, y nada alteraré.
Introducción a la numeración bíblica: §170.