(Propuesta para la BTX V)
Jn 1.20 ss. Ungido... gr. Jristós.
¿Traducir o transliterar?
La transliteración es la representación de la fonética de una lengua con los signos del alfabeto de otra, de manera que no se traduce el significado, sino que se adapta la pronunciación del idioma de origen al sistema de escritura del idioma de destino. En este sentido, las traducciones de la Biblia a los idiomas vernáculos siguen la tendencia tradicional iniciada en la Vetus Latina y luego establecida por la Vulgata, donde algunas palabras griegas, en lugar de ser traducidas al latín, fueron transliteradas. Jristós es una de ellas, y fue transliterada a Christus (también representada con la abreviación XPS, uno de los llamados nomina sacra). La aplicación de este recurso no tenía fundamento en materia de traducibilidad, porque existía un término de equivalencia formal: unctus (de donde proviene el español ‘ungido’), que transmitía perfectamente su significado y connotación, y que fue utilizado en las traducciones latinas de la Septuaginta. Por ejemplo, en el Viejo Pacto de la Vulgata se traduce unctus en Lv 4.3, 16; 16.32; Nm 7.10; o 2S 3.39; pero ya registra la transliteración christus en 1S 2.10; 1Cr 16.22; Sal 2.2; Is 45.1; o Dn 9.25-26. Este grecismo se repitió en el Nuevo Pacto de la Vulgata, y luego se trasladó a las versiones castellanas de la Biblia como ‘Cristo’. Así el lector perdió el significado en su propio idioma, quedando excluido de la comprensión teológica que surge de las conexiones contextuales de la palabra ‘ungido’. De esta manera la transliteración ‘Cristo’ se convirtió en un teónimo o título de Jesús restringido al marco de lo sagrado del cristianismo religioso, a partir del cual se desarrollaron significaciones que lo desvincularon de su origen etimológico.
Etimología, significado y aplicación
El griego χριστός (jristós) traduce el hebreo מָשִׁיחַ (mashiaj = ungido), y proviene del verbo משׁח (mashaj), que significa frotar / derramar / untar / ungir con aceite. El Viejo Pacto hace referencia a la práctica de derramar una preparación especial llamada aceite de la santa unción sobre la cabeza de aquellos que fueron escogidos y capacitados por Dios para llevar a cabo una misión o un servicio especial en su nombre, o sobre objetos que fueron utilizados para un uso sagrado (Ex 30.22-33; Sal 133.2). En otros contextos se utiliza la palabra ‘ungido’ para referirse al elegido de Dios aunque no esté registrado en las Escrituras un ungimiento con aceite.
Las siguientes personas fueron los ungidos de Dios para cumplir diferentes roles en su programa divino de las edades:
- Jesús como Ungido de YHVH (1S 2.35; Hab 3.13; Sal 2.2, 6; 132.17).
- Reyes de Israel: Saúl (1S 9.16; 10.1); David (1S 16.13; 2S 2.4,7); Salomón (1R 1.34, 45a; 1Cr 29.22); YHVH mandó a Elías a ungir a Hazael como rey de Siria, pero el texto no registra ese acontecimiento (1R 19.15); Jehú ben Nimsi (1R 19.16; 2R 9.1-3, 6, 12; 2Cr 22.7); Joás ben Ocozías (2R 11.12; 2Cr 23.3, 11); Joacaz ben Josías (2R 23.30). Eran ungidos con aceite por un profeta o sacerdote, como una señal de que Dios los había elegido y consagrado para gobernar sobre el pueblo de Israel. Es importante resaltar que no todos los ungimientos eran realizados por el dictamen de Dios.
- Sacerdotes: Aarón, primer sumo sacerdote de Israel (Ex 28.41; 40.13); hijos de Aarón: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar (Ex 40.15; Nm 3.3); Sadoc como sumo sacerdote (1Cr 29.22). Eran ungidos con aceite como parte de su ceremonia de consagración para servir en el templo y ofrecer sacrificios a Dios (Lv 4.3, 5; 16.32).
- Profetas: Eliseo ben Safat, ungido por Elías (1R 19.16, 19). Aunque no todos los profetas fueron ungidos con aceite, la palabra ‘ungido’ se usa también en forma metafórica para referirse a los profetas y mensajeros de Dios que fueron designados para llevar su palabra y advertencias al pueblo.
- Otros ungidos: Abraham, Isaac, Jacob e Israel (1Cr 16.15-17, 22; Sal 84.9); Ciro (Is 45.1); uno sin determinar (Lam 4.20). En el Nuevo Pacto se hace referencia al Señor Jesús como ‘Ungido’ (entre muchos versos: Jn 1.41; 4.25)
Importancia del verbo methermēneuō
Como fundamento bíblico para la traducción 'Ungido', tomamos como referencia dos pasajes como aparecen en la mayoría de las versiones, en este caso según la Biblia Textual IV edición:
- Jn 1.41: «Este halla primero a su hermano Simón, y le dice: ¡Hemos hallado al Mesías! (que traducido es Cristo)»
- Jn 4.25: «Le dice la mujer: Sé que viene un Mesías, (el llamado Cristo). Cuando él venga nos declarará todas las cosas.»
En estos versículos se explica en griego que Μεσσίαν = Messías (Mashiaj transliterado del hebreo al griego) significa χριστός = Jristós (‘Ungido’ en griego), ya que, para traducir el hebreo, obviamente no podía utilizarse otra palabra que no fuera griega, pero cuando se trasladó al latín —un tercer idioma que hoy puede ser cualquier otro—, en lugar de traducir Jristós, se eligió su transliteración Christus, aún en estos dos pasajes donde obligatoriamente hay que dar el significado de Messiam (Messías transliterado del griego al latín), cayendo en la paradoja de explicar una transliteración ¡con otra transliteración!
Desde entonces las versiones continuaron el legado de transliterar Jristós en todas sus ocurrencias, contrariamente a lo que se acostumbra con los significados que se dan en el texto bíblico de otras palabras hebreas y arameas, por ejemplo las referidas en los siguientes pasajes que, al igual que Jn 1.41, son explicadas mediante el término methermēneuō = traducido:
- Jn 1.38: «Rabbí (que traducido significa Maestro)»
- Mt 1.23: «Emmanuel, que significa Dios con nosotros.»
- Mr 5.41: «¡Talita cum! (lo cual, traducido es: Niña, te digo, levántate).»
- Mr 15.22: «Gólgota (que traducido es, lugar de la Calavera).»
- Mr 15.34: «Eloi, Eloi, ¿lema sabajtaní?, que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me dejaste?»
- Hch 4.36: «Bernabé (que traducido es hijo de consolación)»
- Hch 13.8: «Elimas, el mago (pues así es traducido su nombre)».
Las palabras y frases del listado anterior tienen una presencia diferente en el texto griego. Hay casos de una ocurrencia, como ‘Emmanuel’; ‘¡Talita cum!’; ‘Eloi, Eloi, ¿lema sabajtaní?’; y ‘Elimas’. A otros les sigue la traducción cada vez que aparece, como ‘Gólgota’ en sus tres oportunidades. El significado del nombre Bernabé es explicado en la primera de sus veintiocho ocurrencias. Y el caso a destacar es Jn 1.38, donde dice que ῥαββί = rabbí (rab transliterado del hebreo al griego) se traduce διδάσκαλε = didáskalos (‘maestro’ en griego), pero también ambos términos aparecen en forma independiente (rabbí quince veces, y didáskalos cincuenta y nueve), que la mayoría de las versiones bíblicas traducen ‘Rabbí’ y ‘Maestro’ como corresponde a cada uno. Dicho con más claridad, se respeta la transliteración rabbí, pero no se translitera didáskalos, sino que se traduce ‘Maestro’ con mayúscula inicial para el caso del título honorífico del Señor Jesús, o ‘maestro’ con minúscula para los otros casos con diferentes connotaciones, como la función del que enseña en Mt 10.24a: « Un discípulo no está por encima del maestro», o el don en Ef 4.11: «pastores y maestros»; de modo que siempre, para cualquiera de sus connotaciones, didáskalos se traduce ‘maestro’.
Esto demuestra el trato desigual que reciben los términos griegos en comparación con Jristós, que sufre su transliteración en las quinientas treinta y una veces que aparece, incluso cuando debe ser explicado.
Identificación del error y la solución para su corrección
El problema es que hasta ahora nadie lo identificó como un error, mientras el lector que desconoce las lenguas bíblicas sigue ignorando el significado en su idioma hasta que lo encuentre en diccionarios bíblicos, o versiones interlineales de griego-español, o se sirva de las notas al pie de página, si cuenta con una edición de la Biblia que contemple brindar por ese medio lo que debería trasladar al texto.
La solución es sencilla y estuvo siempre delante de nuestros ojos, contenida en el pasaje citado de Jn 1.41, donde la Palabra de Dios registra simplemente que Jristós es una traducción (methermēneuō), es decir, un significado:
Esto indica que en cada ocurrencia de Jristós se debe traducir su significado a cualquier idioma, de la misma manera que se traduce didáskalos.
Pasajes oscurecidos por la transliteración
Existen frases donde se hace más evidente que el concepto transmitido en griego queda oscurecido en español con el uso de la transliteración, como en los siguientes ejemplos:
- Lc 9.20: «El Cristo de Dios» (τὸν χριστὸν τοῦ θεοῦ = ton jristón tou dseou).
- Jn 20.31: «Jesús es el Cristo» (Ἰησοῦς ἐστιν ὁ χριστὸς = Iesoús estin o jristós).
- Hch 2.36: «Dios lo hizo Señor y Cristo» (κύριον αὐτὸν καὶ χριστὸν ἐποίησεν ὁ θεός = kúrion autón kai jristón epoíesen o dseos).
En este último caso es posible que Pedro, dirigiéndose principalmente a judíos y con términos judíos, haya pronunciado la frase en arameo, que luego Lucas escribió totalmente en griego, como también después transmitieron los copistas; por consiguiente, ahora corresponde traducirlo en su totalidad al español: «Dios lo hizo Señor y Ungido»; al igual que las otras citas: «El Ungido de Dios», y «Jesús es el Ungido». De esta manera se debe seguir el proceder de los escritores del Nuevo Pacto, que no utilizaron transliteraciones, sino que llevaron al griego los conceptos de la lengua hebrea y aramea.
El valor de la transliteración
En cuanto a las consideraciones formuladas a favor de la traducción propuesta, quizá susciten cuestionamientos por las palabras que también son transliteraciones del griego y no se traducen, como por ejemplo ‘apóstol’, ‘iglesia’, o 'bautismo'. Tenemos que señalar que tanto esos términos como ‘Cristo’, son préstamos lingüísticos adoptados en el proceso de traducción del Nuevo Pacto. Algunos de ellos ampliaron sus connotaciones dentro del contexto cristiano que enriquecieron sus significados, y que se perderían con el traslado directo al español. Pero con otros sucede lo contrario, como con la transliteración ‘Cristo’, cuya vigencia de siglos ha obliterado su significado y connotación, que la traducción ‘Ungido’ viene a recuperar. Como ya se explicó, la decisión se asienta sobre el fundamento textual de Jn 1.41, que —tal como queda demostrado— da evidencia clara e irrebatible para concluir que el término específico Jristós debe ser traducido.
‘Ungido’ como conexión
La correcta traducción, que la transliteración soslaya, conducirá al lector actual en cada aparición del término a las promesas del Tanaj (Viejo Pacto) dadas a Israel, y le recordará que la buena noticia (euaggélion) está dirigida «al judío primeramente, y también al griego» (Ro 1.16), «porque la salvación viene de los judíos» (Jn 4.22). Compartimos algunos ejemplos:
- Una de esas promesas se vislumbra en el anuncio del nacimiento de Jesús por los ángeles, y es citada directamente por los sacerdotes y escribas que le respondieron a Herodes, e indirectamente por la multitud que se preguntaba si estaba frente al Ungido: « ¡Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es el Ungido Señor!» (Lc 2.11); «Y habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntaba dónde había nacido el Ungido. Y ellos le dijeron: En Bet-Léjem de Judea, porque así está escrito por el profeta: Y tú, Bet-Léjem, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre los príncipes de Judá, porque de ti me saldrá un príncipe que apacentará a mi pueblo Israel» (Mt 2.4-6); «Otros decían: ¡Este es el Ungido! Pero otros decían: ¿Acaso el Ungido viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Ungido viene de la descendencia de David y de Bet-Léjem, la aldea de donde era David?» (Jn 7.41-42). Todos ellos se referían a la profecía de Miqueas 5.2: « Pero tú, Bet-Léjem, casa de Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Caudillo en Israel, cuyas salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad». Y Jesús declara ser ese Ungido y Caudillo prometido a Israel: «uno es vuestro Caudillo: el Ungido» (Mt 23:10b). El tiempo señalado de su advenimiento había sido anunciado a Daniel en forma exacta: «Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y reedificar a Jerusalén hasta el Ungido Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas» (Dn 9.25a).
- Pedro dice de Jesús de Nazaret que «Dios lo ungió con el Espíritu Santo y poder» (Hch 10.38a), porque «al descender sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, surgió una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complací» (Lc 3.22); y Juan el Bautista dio testimonio sobre este ungimiento, cuando dijo: «He contemplado al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él» (Jn 1.32).
- En la sinagoga Jesús confiesa haber sido ungido por el Espíritu del Señor, dando por cumplida en sí mismo la profecía de Isaías 61.1-2a: « Y fue a Nazaret, donde había sido criado, y conforme a su costumbre entró en la sinagoga en el día del shabbat, y se levantó a leer. Y le fue entregado el rollo del profeta Isaías; y habiendo desenrollado el volumen, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ungió para dar buenas noticias a los pobres: me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, y recuperación de la vista a los ciegos, para enviar a los oprimidos en libertad, a proclamar el año favorable del Señor. Y habiendo envuelto el rollo, lo devolvió al asistente, y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos» (Lc 4.16-21). A ese mismo pasaje hizo referencia, como también a Is 35.5 y 42.7, cuando respondió la pregunta del Bautista a sus enviados sobre su identidad: « Entretanto Juan, cuando oyó en la cárcel las obras del Ungido, envió a decirle por medio de sus discípulos: ¿Eres tú el que viene o esperaremos a otro? Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, e informad a Juan las cosas que oís y veis: ciegos ven y cojos andan, leprosos son limpiados y sordos oyen, y muertos son resucitados y a los pobres se les está anunciando la buena noticia» (Mt 11.2-5). Porque al mencionar los milagros y en primer lugar el de dar vista a los ciegos, sabía que Juan lo identificaría en forma indubitable como el Ungido de Dios (→§234). El pueblo también tuvo en cuenta estas señales, porque «muchos de la multitud creyeron en él y decían: Cuando venga el Ungido, ¿hará acaso más señales que las que este hizo?» (Jn 7.31).
- También el Señor Jesús confrontó a los escribas y fariseos con el pasaje de Salmos 110.1, 5: «Y tomando la palabra, Jesús les preguntaba en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Ungido es hijo de David? David mismo dijo movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. David mismo lo llama Señor, pero, ¿de dónde es su hijo?» (Mr 12:35-37; par. Mt 22.41-46; Lc 20.41-44).
- La samaritana informó a sus conciudadanos: «¡Venid! ¡Ved a un hombre que me dijo todo lo que hice! ¿No será este el Ungido?» (Jn 4.29), refiriéndose a la promesa de Dt 18.15: «YHVH, tu Elohim, te levantará un profeta de tus hermanos, como yo. A él escucharéis».
- Cuando Jesús anunció que iba a ser levantado en alto sobre la tierra, dando a entender de qué clase de muerte iba a morir, la gente le dijo: «Nosotros aprendimos de la ley que el Ungido permanece para siempre. ¿Cómo dices tú: Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado?¿Quién es este Hijo del hombre?» (Jn 12.30-34), porque tenían presente el reinado perpetuo del descendiente de David según las profecías de Gn 49.10a; 2S 7.12-13, 16 e Is 9.6-7; pero con la pregunta sobre el Hijo del hombre manifestaron desconocer la referencia escondida en Daniel: «Proseguí mirando en las visiones nocturnas, y he aquí con las nubes de los cielos venía uno como hijo de hombre, y llegó hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse ante él. Y le fue concedido señorío, gloria y un reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran. Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será jamás destruido» (Dn 7.13-14). También de ese pasaje hablaba Jesús cuando fue interrogado antes de ser crucificado: «Entonces el sumo sacerdote le dijo: ¡Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Ungido, el Hijo de Dios! Jesús le dice: Tú lo dijiste; pero os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo» (Mt 26.63-64).
- Ya en el madero, uno de los malhechores le dijo: «¿No eres tú el Ungido? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!», porque cualquier judío sabía que el Mesías salvaría a Israel: «El que redime vendrá a Sión, y quitará de Jacob la impiedad, dice YHVH» (Is 59.20); «Saliste para salvar a tu pueblo, para salvar con tu Ungido» (Hab 3.13a). Y su sacrificio sucedió en el tiempo y forma según fue anunciado: «Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Ungido, mas no por sí» (Dn 9.26a).
- Una vez resucitado, a los caminantes hacia Emaús «les abrió la mente para que entendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito, que el Ungido padecería, y resucitaría de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se proclamara el arrepentimiento para liberación de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (Lc 24.45-47), según lo profetizado en Sal 32.5; Is 42.1-9; 53. Pedro lo manifestó ante el Sanedrín: «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en un madero» (Hch 5.30), con referencia a Dt 21.21b, el mismo pasaje que toma Pablo para decir que «el Ungido nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición a favor de nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)» (Ga 3.13).
- El siguiente pasaje hace referencia a una promesa relacionada con el futuro Mesías, el ‘Ungido de Dios’, donde se profetiza su venida para cumplir un papel especial en el plan de Dios para la redención y la salvación: «Yo, en cambio, levantaré para mí un sacerdote fiel que actuará conforme a mi corazón y a mi alma, y le edificaré casa firme, y él andará todos los días delante de mi Ungido» (1S 2.35). Ese Ungido tendrá un reino eterno, según el Salmo 45.6-7 que se cita Hebreos 1.8-9: «Pero respecto al Hijo: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos, cetro de equidad es el cetro de tu Reino; amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, oh Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros».
Conclusión
Por todo lo dicho, una traducción honesta y consecuente que transmita el significado preciso del texto griego, debe considerar irrelevante la presencia de la transliteración Christus en las versiones latinas, aunque desde allí se haya adaptado a diferentes idiomas y propagado por la religión y la cultura mundial hasta la actualidad; pero es ese peso histórico y cultural lo que para muchos parece infranqueable y razón suficiente para que la sola consideración del cambio a su significado sea imposible. Sin embargo, la evidencia bíblica mencionada otorga la base para recorrer el camino opuesto a la tradición de la traducción y, en obediencia a esa guía, verter en español el maravilloso significado ‘Ungido’.
De esta manera la Sociedad Bíblica Iberoamericana da otro paso trascendente en la recuperación de significados de palabras griegas que reviven con su frescura original, como euaggélion = buena noticia; y euaggelistés = mensajero de la buena noticia, a las que ahora se agrega Jristós, que al mismo tiempo recobra su alcance teológico; y completan la lista junto a las otras palabras que en ediciones anteriores fueron rescatadas de la connotación jerárquica otorgada por las estructuras de poder de la institucionalidad eclesiástica, como epískopos = el que cuida →§146; peídsesdse = dejaos persuadir →§160; proístemi = cuidar →§161; diakonía = servicio, diákonos = servidor, y diakonéo = servir →§314.