En la actualidad, cada uno de los libros de la Biblia se encuentra dividido en capítulos y versículos, lo que permite ubicar con mayor rapidez y exactitud las frases y palabras deseadas de un determinado pasaje, sin perjuicio de la página adoptada por la edición. Sin embargo, es importante destacar que los textos originales (hebreos, arameos y griegos) del Viejo y Nuevo Pacto, y las copias manuscritas más antiguas en las lenguas originales, no presentaban división alguna. Los escritores sagrados compusieron un texto largo y continuo desde la primera hasta la última página. Es importante resaltar que dichos escritos tampoco cuentan con signos de puntuación.
En el Nuevo Pacto (NP) encontramos indicios de cómo se citaban las porciones bíblicas en los primeros siglos. Los escritores del NP hacían referencia a un evento determinado, a un personaje, a un autor o a un libro, pero con poca especificidad. El Señor Jesús se refirió a lo que hoy conocemos como el capítulo 3 del Éxodo, llamando el pasaje acerca de la zarza (Mr 12.26, Lc 20.37) y al Salmo 110.1, diciendo que eso fue dicho por David en el libro de los Salmos (Mr 12.36, Lc 20.42). Pablo se refirió a lo que hoy conocemos como 1 Reyes 19.14-18, diciendo que se trataba de un pasaje de la historia de Elías (Ro 11.2-4).
Y Mateo refiere en su evangelio lo que hoy se conoce como Isaías 53.4, diciendo que eso fue dicho por el profeta Isaías (Mt 8.17).
Se puede decir que la cita más específica es aquella donde Pablo dice: como también ha sido escrito en el salmo segundo: Mi hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy (Hch 13.33). Por otra parte, están las referencias generales que simplemente dicen: está escrito en los profetas (Jn 6.45), para que se cumpliera la Escritura (Jn 19.24), lo dicho por el Señor mediante el profeta (Mt 1.22-23), como está escrito en la ley del Señor (Lc 2.23), contiene la Escritura (1P 2.6), la Palabra escrita (1Co 15.54), porque la Escritura dice (Ro 10.11), etc.; o simplemente comenzaban a mencionar porciones de la Biblia incluidas en el discurso que venían desarrollando (Por ejemplo He 1.5-14).
El lector bíblico, todavía, no es consciente de los beneficios que genera una lectura sin obstáculos, puesto que no ha tenido la oportunidad de experimentar esta nueva forma ya que no dispone de un texto sin numerar.
Invitamos, pues, a nuestro amigo lector a que tenga la experiencia de una lectura sin interrupciones y en la secuencia del original manuscrito, según su historicidad, cronología, temática y patrones numéricos artísticamente diseñados, exhibidos en armonía que se esfuerzan por mostrar que la Mano Invisible que escribió el Libro es, obviamente, la misma que lo compaginó.
Estamos seguros que, inmediatamente, obtendrá el maravilloso beneficio de detalles que se han enmascarado o atenuado por una la lectura enumerada.
Esta edición incluye la ubicación en el Texto del morfema “Alef-Tav” (primera letra y última del alfabeto hebreo). Este, de origen fenicio, puede ser definido como esencia/existencia. A este precioso significado, y a su relación como primera y última letra del alefato con alfa-omega (alfabeto griego), se le ha adjudicado tan poca importancia que la tradición la reconoce como una simple marca de acusativo, mientras que gramáticos contemporáneos lo consideran como un marcador de énfasis que puede ser omitido del texto sin oscurecer la gramática. Ocurre 7.372 veces, de las cuales 44 están relacionadas con Elohim, y acompañada con la letra hebrea vav, unas 1.719 veces. Nos preguntamos: ¿Qué se debería hacer? ¿Se les debe negar o se les debe explicar?