Estos son los estatutos y los decretos que cuidaréis de cumplir en la tierra que YHVH , Elohim de tus padres, te ha dado para que la poseas todos los días que viváis sobre la tierra.
Destruiréis completamente todos los lugares de tu heredad donde ellos sirven a sus dioses: en los altos montes, y en las colinas, y debajo del árbol frondoso.
Derribaréis sus altares y quebraréis sus estatuas, quemaréis al fuego sus imágenes de Asera y destruiréis las imágenes de sus dioses.
Así extirparéis su nombre de aquel lugar. No habéis de servir a YHVH vuestro Elohim de esa manera.
Dt 12.1-4
Esta solemne advertencia es parte del discurso de despedida de Moisés. Como un urgente reclamo por la lealtad, gratitud y obediencia que Israel debe a YHVH, del modo más enérgico, Moisés repite el Pacto (Deuteronomio significa repetición de la ley) que Dios había hecho con los israelitas en el Monte Sinai. Esto, en vista de su inminente entrada a Canaán, y ante el riesgo que entrañaba la asimilación de las costumbres idolátricas existentes en aquella tierra.
Desde el capítulo doce en adelante, la forma y el contenido del mensaje comunica, en amonestación contra la apostasía, las leyes individuales que reglamentaban la adoración al único y verdadero Elohim.
Esta sección nos concierne de manera particular, pues se refiere al instructivo dado a un pueblo que, hasta ese momento, había hecho lo que bien le parecía (12.8), pero que ahora, a punto de ingresar en fronteras nuevas y desconocidas, advertía sobre los riesgos de asimilar las costumbres de aquellos pueblos. Guárdate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas (12.13), les exhortaba Moisés, a causa de los graves peligros que se cernían sobre Israel al momento de trabar contacto con gente de costumbres abominables.
A pesar de habérseles anunciado las consecuencias de su desobediencia (Lv 26.30), no obstante ahora, se repite a cada israelita la amonestación respecto a las tradiciones paganas, las cuales representaban un peligro inminente para su salud espiritual y física.
La posibilidad de que las costumbres de los cananeos pudieran ser asimiladas por Israel, llevando al pueblo escogido en pos de dioses distintos al Verdadero (Ex 34.14) fue prevista y solemnemente advertida. Israel, por tanto, debería poner empeño en no hacer alianza con los habitantes de aquel país; ... no sea que —les advertía— hagas alianza con el habitante del país, y cuando se prostituyan tras sus dioses y sacrifiquen a sus dioses, te inviten y comas de su sacrificio (Ex 34.15).
Las apremiantes amonestaciones que Moisés dio en las llanuras de Moab, poco antes de entrar en la tierra prometida, tenían el propósito de fortalecer la virtud de Israel como Pueblo Escogido, para que diera aplicabilidad al Pacto de la Ley bajo condiciones cambiantes.
En los registros de la Torá, las bendiciones y las maldiciones aparecen en variedad tal, que poco se necesita decir en cuanto a la calidad del pacto entre Dios e Israel. El listado de los capítulos 27 y 28 de Deuteronomio es amplio y detallado. Y no sólo en el Pentateuco es donde se establecen bendiciones y maldiciones como consecuencia de la obediencia o la desobediencia. Todo el campo de la profecía pre-exílica está atado a las características de dicho Pacto, predominando siempre ambos fenómenos naturales: fertilidad y desolación; salud y enfermedad; victoria y derrota; paz y guerra. Acontecimientos éstos que también llegaron a contraponerse como consecuencia de dos actitudes vitales: obediencia y desobediencia.
De allí en adelante entonces, la bendición, el bien y la vida de Israel, sería el amar a Dios por guardar sus mandamientos, en tanto que la maldición, el mal y la muerte sería para ellos el resultado de apostatar en pos de otros dioses.
El fracaso del israelita en adaptarse al prototipo del hombre según la justicia divina, se hace más evidente cuando se confronta con la incomparable personalidad de Moisés. Tal descripción se nos muestra en términos de una relación íntima y cercana a Dios.
Es Moisés quien, como siervo fiel, es puesto sobre toda la casa de Dios (He 3.2); pero este servicio es uno, no de servilismo, sino de confianza y comunicación entre Señor y esclavo: Boca a boca hablo con él —dijo Dios—, en visión, pero sin enigmas, y él contempla el aspecto de YHVH. (Nm 12.8). La expresión boca a boca (cara a cara) transmite una forma de confianza en la que alguien habla con su amigo sin nada que esconder o disimular (Ex 33.11a).
Como veremos más adelante, las costumbres de las naciones cananeas llegarían a influenciar fatídicamente en el pueblo de Israel. La adoración a Baal, Asera, Astoret y otros dioses, así como los lugares altos escogidos para tales prácticas idolátricas, constituirían, hasta el exilio babilónico, su más grande lacra como pueblo escogido.
Las reiteradas advertencias de los muchos profetas que vez tras vez Dios habría de enviar a Israel, y las terribles consecuencias de la desobediencia, que proféticamente se advirtieron con todo detalle durante casi mil años, sirvieron para comprobar la bíblica verdad que por mucho tiempo Dios había extendido sus manos a un pueblo rebelde y contradictor (Ro 10.21).