Entonces los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de YHVH , y sirvieron a los baales. Así abandonaron a YHVH , el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y encaminados tras otros dioses (los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores), se postraron ante ellos y provocaron a ira a YHVH . Abandonaron, pues, a YHVH , y sirvieron a Baal y a Astarot.
Jue 2:11-13
Baal es nombre común que significa amo, señor, poseedor. De los hallazgos arqueológicos de Ugarit se evidencia que el nombre real de Baal era Hadad, dios supremo cananeo, y fue posiblemente el temor a pronunciar su nombre original lo que hizo que éste se olvidara y fuera suplantado por el epíteto Baal. En su inicio, éste fue un dios atmosférico (del rayo, del huracán y del viento y la lluvia), pero debido al proceso de influencia astral que sufrió el culto cananeo, fue adquiriendo las características solares que aparecen en representaciones de posteriores descubrimientos. Las naciones de Canaán atribuían a este dios la lluvia, la fertilidad de los campos, especialmente de la viña y de la higuera, y era representado rodeado de frutas y racimos de uva. Los oficios de su culto eran crueles y licenciosos, hiriéndose sus sacerdotes con frenético fervor (1R 18.28) y ofreciendo víctimas humanas (Lv 18.21; Jer 19.5; 32.35). Asociados a este dios amorreo, se encontraban un par de deidades adoradas por la nación cananea: Astoret y Asera.
El culto de Astoret pasó de Fenicia a Canaán en donde fue adorada casi siempre al lado de la virgen Anat, también cananea, considerada como aquella, virgen, aunque sin por ello dejar de ser la diosa de la fecundidad y del amor sensual.
Astoret recibía cultos inmorales, y por ello fue absorbiendo cada vez más a todas las demás deidades femeninas. Además, muchas de sus estatuas descubiertas en Canaán reflejan que como diosa de la guerra adquirió un carácter sumamente sanguinario. Los egipcios identificaron a Astoret con Isis, los babilonios con Isthar, los griegos con Afrodita y finalmente los romanos con Venus.
Junto con la asimilación del culto idolátrico a Astoret por parte de los cananeos, los hebreos imitaron sus costumbres agrícolas, honrándola para implorar la fecundidad de campos y animales. Este contagio espiritual, sino inmediato al ingreso de Israel en Canaán, tuvo efecto en fechas tempranas (Jue 2.13), y su culto resultó con las mismas alternativas que sus dioses asociados Baal y Asera.
Finalmente, el nombre de Asera aparece frecuentemente en la Biblia en singular, plural, femenino y masculino, siempre asociado con las prácticas idolátricas del pueblo israelita. La variedad de palabras utilizadas en las versiones para traducir el hebraísmo asherah, indica cierto grado de duda en la aplicación de su verdadero significado, exceptuando el hecho que asherah estaba asociada en cierta forma a los cultos paganos predominantes en Canaán, bien como diosa o como estaca votiva, esto es, gruesas trancas de madera convertidas en objeto de culto.
No obstante las dificultades que plantea el verdadero significado del nombre Asera, la Escritura respalda fuertemente la idea del culto dado a un árbol (heb. as-herim). El libro del Éxodo (34.13), al consignar la prohibición a tales objetos de culto, registra: Derribaréis sus altares, quebraréis sus estelas y talaréis sus Aseras. Deuteronomio 16.21-22 también establece la prohibición aun de plantar árboles para tales prácticas. Jue 6.25-26 confirma nuestra inferencia: Dios ordena a Gedeón derribar el altar que su padre había construido a Baal y cortar la imagen de Asera que estaba a su lado.
Podemos concluir entonces que este ídolo parece haber sido a menudo un árbol sagrado, cuya figura se encuentra constantemente representada en monumentos asirios y cuya adoración se remonta a épocas remotas. La adoración a estos elohim (dioses) estaba tan profundamente arraigada entre los cananeos, que motivaron repetidas advertencias y amonestaciones por parte de Dios a Israel. No obstante, muy a pesar suyo, es posible ver el fracaso del pueblo escogido aún antes de entrar en la Tierra Prometida. Esto ocurrió inicialmente por las transgresiones cometidas con ocasión de la llegada de Israel al valle de Abel-Sitim. A pesar de que los israelitas fueron diezmados en aquella ocasión a causa de su pecado (Nm 25.1-9), no escarmentaron. Vez tras vez, volvieron a repetir sus prácticas idolátricas a los baales y, con escasas interrupciones, persistieron desde el tiempo de los jueces, por casi novecientos años, hasta el cautiverio babilónico.