En el segundo año de Josafat, comenzó a reinar Acab ben Omri, y reinó sobre Israel en Samaria veintidós años.
Y Acab ben Omri hizo lo malo ante los ojos de YHVH, más que todos los que fueron antes de él; porque le fue cosa ligera andar en los pecados de Jeroboam ben Nabat, pues tomó por mujer a Jezabel hija de Etbaal, rey de los sidonios; y fue a servir a Baal, y se postraba ante él. Y erigió un altar a Baal en el templo de Baal que había edificado en Samaria.
Acab hizo también un árbol ritual de Asera, con lo cual provocó a ira a YHVH, Elohim de Israel, más que todos los reyes de Israel que habían sido antes de él.
1R 16.29-33
Acab constituye el ejemplo de los reyes malvados de Israel, y también de Judá. Este hombre simboliza todo lo que el encono y la dureza del corazón pueden resultar de la absurda oposición del hombre contra Dios, que justo y bondadoso manifestaba su ayuda constante a favor del pueblo que el malvado rey dirigía.
El lector notará que estos actos de aversión a Dios, no eran cometidos por simple omisión, descuido o ignorancia, sino como acciones cuidadosamente planificadas para irritar y mover a celos (maritales) al Dios de Israel.
La obra que Acab expone, y que es seguida por todos los reyes de Israel y casi todos los de Judá, contiene, en esencia, una extraña e inexplicable maldad. Llamamos la atención sobre estos hechos y resaltamos lo paradójico del asunto, pues fueron cometidos por dirigentes y por un pueblo que afirmaban conocer a Dios.
El errado matrimonio de Acab con Jezabel, permitió que ésta reactivara fervorosamente los cultos de adoración a Astoret, traídos desde Fenicia, su tierra natal. Jezabel llegó a ser un instrumento muy efectivo para los planes de Satanás al continuar desviando al pueblo hacia el culto a los baales.
Jezabel hizo todo lo posible por permanecer siendo una fiel hija de su padre (sacerdote de Baal y Astarté), y trasladó desde Fenicia toda la brutal devoción de los cultos de idolatría de Baal, no sólo durante el reinado de su marido, sino también en el posterior de su hijo Ocozías (1R 22.52-54). Luego, a través de Atalía, fortaleció estas mismas prácticas en el reino de Judá (2R 8.25-29).
El nombre de Jezabel y sus pecaminosas acciones han sido trasladados al Nuevo Pacto como advertencia simbólica. De ella se dice que es quien enseña y extravía a los siervos del Mesías a fornicar y a comer de lo que se ofrece en sacrificio a los ídolos (Ap 2.20). El texto de Apocalipsis nos advierte solemnemente acerca de las falsas doctrinas que pueden introducirse en la Iglesia.
En la tipología bíblica, la mujer (en el sentido de lo que es pecaminoso), simboliza lo que es falso (Mt 13.33, Zac 5.5-11; Ap 17.1-6; 18.3).
La mujer tratando con doctrina, constituye una esfera prohibida para ella, y por lo tanto con resultados erróneos (1Ti 2.12).