10 Josías

Escrito el 25/12/2018


En el año octavo de su reinado, siendo todavía muchacho, comenzó a buscar al Elohim de David su padre. Y en el año duodécimo comenzó a purificar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, las Asherim, los ídolos de talla, y las imágenes de fundición. Hizo demoler en su presencia los altares de los baales, y quebró los pilares del sol que había sobre ellos, taló las Asherim y redujo a polvo los ídolos tallados e imágenes fundidas esparciéndolo sobre los sepulcros de quienes habían ofrecido sacrificios a ellas. 

Quemó además los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y purificó así a Judá y a Jerusalén. Y en las ciudades de Manasés, y de Efraín, y de Simeón y de Neftalí, con sus alrededores, destruyó los altares, hizo pedazos las Asherim y los ídolos de talla, y los redujo a polvo, y taló todos los pilares del sol por toda la tierra de Israel, y regresó a Jerusalén. 

 2Cr 34.3-7

 

Josías, hecho rey por el pueblo de la tierra (2R 21.24)  después de que su padre Amón fue asesinado, comenzó a reinar siendo niño, y lo hizo durante treinta y un años. Que Josías comenzara a buscar al Dios de David su padre, indica el rechazo del joven rey hacia los dioes asirios y cananeos que dominaban para ese tiempo en Israel. 

El reinado de Josías no sólo es notable por el temprano esfuerzo del rey para servir al Dios de Israel, destruyendo los lugares del culto idolátrico, sino por el hallazgo de la ley de Moisés. 

El libro encontrado por el sacerdote Hilcías (2R 22.8) produjo en el rey y en su pueblo el arrepentimiento necesario para renovar el pacto con Dios. 

Luego de la lectura de la Palabra de Dios, Josías procedió a sacar y destruir todos los instrumentos de servicio a ídolos existentes en el templo (2R 23.4-5) y terminó además con los lugares de prostitución idolátrica que estaban dentro del mismo templo de Dios, en donde se tejían tiendas para Asera. Profanó asimismo los lugares donde los israelitas ofrecían sus hijos en el culto a Moloc y derribó los altares que había hecho su abuelo Manasés, con el propósito de adorar al ejército del cielo en el atrio del templo de Dios.

Pero el celo de Josías se manifestó especialmente en la profanación que personalmente logró llevar a efecto de los lugares que había construido el rey Salomón ... a la mano derecha del monte de la corrupción (¡el mismísimo Monte de los Olivos!), a los dioses de los sidonios; a Astoret; a Quemos ídolo de Moab; y a Milcom, ídolo abominable de los hijos de Amón (2R 23.13)

Finalmente, para dar cumplimiento a la Palabra que Dios había hablado varias generaciones antes (1R 13.1-2), Josías destruyó el altar que por mucho tiempo había constituido la división espiritual del pueblo de Israel: el altar construido por Jeroboam en Betel. El joven rey destruyó y puso a fuego su lugar alto, lo hizo polvo, y quemó la imagen de Asera (2R 23.15).

En cuanto a fidelidad a Dios, quizá sólo el rey Ezequías pueda ser comparado a Josías. Estos dos reyes conforman la excepción en la conducta de todos los gobernantes de Judá e Israel, y son ejemplo del celo necesario para cumplir la voluntad divina sobre la base del pacto entre Dios y la nación. 

La Escritura no omite sus graves defectos, pero también testifica de su esfuerzo en poner por obra el mandato de Dios. Entre los numerosos gobernantes del dividido reino, Josías y Ezequías fueron los únicos que lograron en su tiempo, poner término al sacrificio idolátrico del pueblo israelita en los “lugares altos”. Pero sólo Josías tuvo testimonio de “haber atendido a las palabras del Libro” (2R 22:16-20)