Jn 20.17 no me retengas... Obviamente, es el mismo JESÚS que permitió a la mujer arrepentida que lo tocara, besara sus pies y los ungiera con perfume (Lc 7.38). En otra ocasión, cierta mujer derramó sobre su cabeza un perfume de nardo puro. El Señor dijo que su acción sería recordada por siempre. ¿Qué impide ahora que la fiel María toque los pies de Jesús? La razón aducida no es muy clara: porque aún no he subido al Padre. Sin embargo, el aspecto verbal arroja luz sobre el pasaje: aquí no se emplea el imperativo en aoristo (pretérito indefinido), lo cual impediría la acción de tocar, sino en tiempo presente, que explícitamente prohíbe la continuación de una acción ya iniciada. En otras palabras, no significa no me toques, sino suéltame; de donde la traducción no me retengas resulta la más apropiada al contexto.