Gn 1.2 Precipitado... Heb. hayá. En una de sus varias acepciones puede referirse a la precipitación radioactiva inmediata a una explosión nuclear (¿Big Bang?). La dificultad para entender apropiadamente este sencillo pasaje puede atribuirse a la nociva tradición de la traducción, que durante mucho tiempo ha enseñado que los Cielos y la Tierra fueron hechos el día uno de la creación. Este absurdo propone un universo con una edad similar al hombre: unos seis mil años, y obviamente contradice la evidencia de que la Tierra (como universo) ha existido durante millones de años. Pero eso no es lo que dice la Escritura, toda vez que la traducción tradicional «... Y la tierra estaba desordenada y vacía» es gramatical y teológicamente incorrecta. En sus varias acepciones, el verbo hayá conlleva la acción de caer, desprenderse, precipitarse, desacoplarse, salirse de las filas, y, claro está, también significa llegar a ser (o estar).

En segundo término, los vocablos tóhu (caos) y vóhu (vacío) son sustantivos, y el traductor debe mantener fielmente su calidad sin adjetivarlos. ¿Por qué? Porque teológicamente, es difícil (si no imposible) conciliar la idea que el Dios de la Biblia pudiera crear algo ... en caos y vacío. Aun aludiendo que la forma primigenia del universo podría sugerir que, mediante subsecuentes acciones (Gn 1.3-19), Dios fue vistiendo una tierra que originalmente había creado desolada y vacía. Pero esa propuesta no resiste el análisis que surge por: 

a. La traducción apropiada del verbo hayá a la luz de su contexto inmediato; y 

b. la unión funcional de los sustantivos tóhu y vóhu (registrada veinte veces en el VP), que inalterablemente mantiene un sentido de caos y vacío (Is 34.11; Jer 4.23). Ahora bien, el fonetismo tóhu va-vóhu mueve a preguntar si acaso existe una unión funcional que va más allá de su significado primario. De ser así, ¿cuál es su implicación y propósito? Porque una atención especial merece el hecho que, tal como están yuxtapuestos y unidos ambos sustantivos, convierten prosa en poesía; y no debemos suponer que estamos ante una expresión casual, farragosa o tautológica. 

Al contrario, es obvio que el Texto Sagrado se esfuerza en contrastar esta armonía fonética con el caos subsecuente a la creación del universo, especialmente si uno considera que «... YHVH no creó la Tierra para que estuviera en caos y vacío» (tóhu va-vóhu →Is 45.18). Estas razones obligan la traducción se ha precipitado, solución que no solo es consecuente con la perfección que caracteriza al Creador, sino que contribuye a entender la temporalidad entre Gn 1.1 y 1.2, ubicando el momentum de la rebelión angélica (Is 14.12 ss.; Ez 28.12-16; 2S 22.11-15), en armonía con las distintas edades geológicas (eones).

Hubo tiniebla... Elohim hizo la tiniebla (Is 45.7) para envolver a las muchas aguas (Job 38.8-9). Siempre en singular, el vocablo heb. choshek significa oscuro, ocultar, atenuar. También es figura de miseria, destrucción, muerte, ignorancia, tristeza y maldad. 

Abismo acuoso... Heb. tehom. Generalmente traducido abismo, limita su significado de una creciente masa de agua. De allí nuestra propuesta. Heb. rahap: las interpretaciones tradicionales de esta palabra es flotando. Heb. paneh, traducida como superficie, cara (o  faz) de las aguas. Aunque restringe su significado, se registra 2.127 veces en el VP, de las cuales solo diez se traduce como superficie (fuentes del abismo →Gn 8.2).

Se cernía... Heb. merajéfet = revolotea. Este verbo se relaciona con el movimiento de las alas de un ave sustentándose sobre un mismo sitio (Dt 32.11). También el verbo griego epiféro (LXX) puede entenderse como se cernía vigilante (Job 38.1 ss.). 

Las aguas... Mayim. La terminación im indica un plural compuesto; de allí la expresión las muchas aguas. Se presentan siempre en sentido negativo, en oposición a Dios (Job 26.10; 24.18; 37.10; 38.30; 2S 22.12; 1P 3.20), por eso Pedro en su segunda epístola dice «... hace mucho tiempo existían unos cielos y una tierra que, sacada de agua, ha sido preservada a través de agua por la Palabra de DIOS,  por la cual el cosmos de entonces se destruyó inundado en agua» (2P 3.5-6). Inicialmente la Tierra, tan amplia como los Cielos (Job 38.18), sufrió una precipitación como resultado de la rebelión angélica. Como la mujer rompe aguas al parir, así las aguas se le salieron del seno materno (Job 38.8). 

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