El sustantivo día se usa de varias maneras en la Biblia. Día se aplica para designar el período de luz (Jn 11.9) y para contar un día completo - ciclo de «24 horas» (Gn 1.8), también para representar un año (Nm 14.34; Ez 4.6) o mil (Sal 90.4; 2P 3.8).
A diferencia del calendario gregoriano (que discurre exactamente de medianoche a medianoche), el día en la Biblia comienza con el ocaso, y culmina en el ocaso del siguiente día. Es decir, un día se cuenta de una puesta de sol hasta su otra puesta. Elohim, desde la creación del tiempo, cuenta los días con la caída del crepúsculo como lo registra Génesis a partir de 1.5: Y hubo tarde y hubo mañana, de lo que se entiende que cada uno de los días de la creación comenzaba por la tarde, al anochecer. Otros ejemplos los tenemos en Ex 10.13; 27.21; Lv 23.27-32 y 2Cr 18.34. Estudios arqueológicos han revelado que también en la antigua Babilonia se señalaba el comienzo del día al atardecer.
Es de resaltar de igual manera, que cualquier parte de un día se debe contar como un día completo (método de cálculo global). Esto es, cualquier pequeña parte de un día era considerado como un período de «veinticuatro horas». Es la forma hebrea del habla y lenguaje. Decenas de contradicciones aparecerían tanto en el Viejo como en el Nuevo Pacto, si este principio se ignoraba. Ejemplo de esta forma de ver el día, es tratada en la circuncisión de los bebés: De edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros (Gn 17.12), pero el verso 14 dice: al octavo día. También el evangelio según Lucas registra al octavo día (1.59) y cumplidos ocho días (2.21). La Enciclopedia Judía explica este asunto: Un tiempo corto en la mañana del séptimo día se cuenta como el séptimo día; la circuncisión se lleva a cabo en el octavo día, a pesar de que, del día primero solo sean unos minutos después del nacimiento del niño, estos se cuentan como un día (Vol. 4, p. 475).
Otra prueba de cálculo global se ve en la historia de José ocupándose de sus hermanos en Gn 42.17-20: Y los puso juntos bajo custodia por tres días, y al tercer día les dijo: Haced esto y viviréis, porque yo temo a Ha-Elohim. Si sois honrados, uno de vuestros hermanos quedará en prisión, mientras vosotros lleváis el grano comprado. Pero me traeréis a vuestro hermano menor, y vuestras palabras serán verificadas, y no moriréis. E hicieron así.
Consideremos también el tema de los impuestos entre el rey Roboam y el pueblo: Y les respondió: ¡Volved a mí de aquí a tres días! Y el pueblo se retiró (2Cr. 10.5), pero el v. 12 registra: Al tercer día Jeroboam y todo el pueblo fueron a Roboam, tal como les había hablado el rey, diciendo: Volved a mí al tercer día.
Con respecto a la muerte y resurrección del Señor Jesús, el NP registra diferentes expresiones: tres días y tres noches (Mt 12.40); después de tres días (Mr 8.31); en tres días (Jn 2.19); al tercero (Lc 13.32) y en muchas ocasiones, al tercer día (Mt 16.21; 17.23; 20.19; Lc 24.7, 21, 46; Hch 10.40; 1Co 15.4). Si se toma en cuenta el método de cálculo global no existe ninguna contradicción entre los pasajes, pues todos los escritores de las Escrituras tomaron en cuenta este método.
Por otro lado, ya en tiempos de Jesús, al día (compuesto de horas sin duración fija) lo dividían en 12 horas de mayor o menor duración según la estación del año (en invierno, más cortas que en verano). Así pues, las horas no eran de sesenta minutos, sino de duración variable. Llamaban hora primera a la hora de salida del sol, y así sucesivamente, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, séptima, octava, novena, décima, undécima y hora duodécima a la de la puesta del sol. La noche se dividía solo en cuatro partes llamadas vigilias, nombre tomado del lenguaje militar, de las cuatro guardias o vigilias que hacían los soldados.