La valoración literal de la Biblia fue un fundamento firme en la iglesia primitiva. Evidentemente, la extraordinaria influencia del Señor Jesús sobre sus apóstoles en torno a la forma de interpretar la Biblia, tuvo las más trascendentales consecuencias. Ireneo nos da el sentimiento general cuando afirma que lo que el entendimiento puede usar diariamente, lo que se puede saber fácilmente, es aquello que se halla delante de nuestros ojos, sin ambigüedad en la Santa Escritura, literal y claramente. En los tiempos del Señor Jesús existían dos escuelas de interpretación, y ambas, decimos con pesar, manipulaban la Escritura, unos para invalidarla a favor de sus tradiciones, y otros siguiendo el arte disoluto y engañoso que cambia el significado de las palabras, como pretenden hacer los alquimistas con las transmutaciones de la materia, haciendo de cualquier cosa lo que les place, y al final, reduciendo a la nada toda verdad. En oposición a estas escuelas, y con la perfección que lo caracteriza, Jesús enseñó a interpretar el texto en su contexto, observando las exigencias de la gramática, en armonía con el plan divino de las edades (§78). Y así en esto, como en todos los otros aspectos de su maravillosa vida, Él nos dejó el ejemplo para que siguiéramos sus pisadas y entendamos que ninguna profecía de la Escritura produce una explicación propia (2P 1.20), y exclamemos: ¡La suma de tu Palabra es verdad! (Sal 119.160). Es por ello que durante el proceso de traducción, el editor ha sostenido como regla infalible que donde una construcción literal se sostiene, lo más remoto de la letra generalmente es lo peor. Si Dios tiene verdaderamente el propósito de hacer conocer su voluntad, Él adapta su mensaje a nuestra manera de comunicar pensamientos e ideas. Si Dios dio sus palabras para ser entendidas, es natural que Él transmita la Escritura con el sentido designado conforme a las reglas gramaticales que controlan el lenguaje (que Él mismo inventó) y que, en vez de buscar un sentido que las palabras mismas no contienen, se debe obtener principalmente el sentido que las palabras obviamente abarcan, dejando campo necesario para el lenguaje figurado cuando así lo indica el contexto, según el fin o la construcción del pasaje. Por literal damos a entender la interpretación gramatical de la Escritura.
Honrando la maravillosa perspicuidad de la Escritura, incluimos un breve comentario sobre Mt 1.6 en donde muchos M↓ que sigue el TR, añaden que había sido esposa. Es verdad que cuando Betsabé se casó con David, Urías ya había muerto, y solo así ella había sido la esposa de Urías. Pero el Texto Sagrado nada dice acerca de esta historia. Todo lo que dice es que ella era la de Urías. Y sea esposa o concubina, por lo menos aquí es dejado indefinido. De esta manera, la pedante inserción del escriba, aparte de añadir a la Escritura, en este caso particular, hace que la elocuencia del momento de silencio del pasaje se pierda totalmente. Porque hay una razón para dejar el nombre de Betsabé entre bastidores, bien sea como esposa o concubina; y esto es con el propósito de enfatizar hasta el extremo el pecado de David contra Urías.
Los acontecimientos envueltos en la descendencia de Tamar —casi se puede oír al Espíritu decir aquí— fueron suficientemente malignos, aunque su pecado se justifica por perpetuar la estirpe. Peor Rahab, siendo prostituta de profesión, seguida por la moabita, con su terrible pasado incestuoso, las tres se acercan, no a Betsabé, sino a David, porque toda la oscuridad de su pecado solo puede exhibirse concentrando el drama de adulterio, mentira, traición y asesinato, gritándolo en el solo nombre de ¡URIAS! (Esta breve descripción de nuestro «honroso pedigrí» como raza humana, muestra la contradicción (He 12.3) bajo la cual el Santo de los santos decidió descender de su gloria para beneficio del pecador. Tal es la intención del evangelista). Pero con la pedante inserción: la que había sido esposa, se distrae la atención del aquí solo-importante Urías, opacando una de las parábolas más maravillosas de la Escritura, que habla mediante su silencio.