Si el alcance del significado del Cantar de Cantares se extinguiera con la simple visión de un escrito que exalta el mero amor humano, no habría motivo para esta explicación. El esfuerzo por la extracción espiritual en la interpretación del Cantar está confirmado por el testimonio que a través del tiempo ha recibido tanto Israel como la Iglesia de Cristo. 

Leyendo el poema bajo este enfoque, el lector sentirá premura por entender el trasfondo maravilloso que palpita en este difícil libro de la Escritura. En ningún otro se hallarán tantas barreras lingüísticas para hallar la correcta interpretación del sabor de la vida. 

A diferencia de los Salmos, el Cantar nunca es citado en el Nuevo Pacto; tampoco se encuentran en él expresiones religiosas o devocionales, y ninguna evidencia de profecías. Quien se acerca a su lectura con una mente carnal, o guiado por afectos sensuales, puede terminar hallando en el Cantar la peligrosa emanación del sabor de la muerte. No sin razón los doctores de la ley judía aconsejaban a los jóvenes abstenerse de leer el libro hasta la edad de treinta años, a fin de que las llamas de los deseos carnales no fueran inflamados por lo que es puro y sagrado. Pero el lector reverente puede hallar en este poema alegórico una luz sublime, capaz de producir los más altos y puros sentimientos; pero al mismo tiempo, puede resultar un instrumento de juicio para la conciencia de aquel que no alcanza a percibir mas allá de la simple apariencia que emana su texto. 

El Cantar de los Cantares no debe entenderse como una colección de poemas líricos que magnifica el eros (pasión carnal); al contrario, su contenido constituye una parábola que exalta la profundidad del ágape (amor divino), es verdad, en forma compleja y difícil para quienes no las aman, pero accesibles, puras y sencillas para los que sí.

 

Autoría

El primer verso del Cantar de Cantares relaciona al libro con Salomón. Diccionarios y lexicones, que definen esta obra como una antología y fragmentos de canciones, adjudican su autoría al hijo de David y Betsabé; sin embargo, este personaje, como autor del Cantar de los Cantares, no soporta un escrutinio serio. La evidencia interna debe ser examinada a la luz del contexto teológico de las Sagradas Escrituras para determinar exactamente su autoría.

La única evidencia posible de Salomón como autor del Cantar se halla en su introducción: El Cantar de Cantares, el cual es de Salomón. La forma larga del relativo hebreo asher denota su evidencia editorial, por cuanto a través de los poemas que conforman su texto, la forma corta she es utilizada sin excepción. El título fue interpretado inicialmente como Cantar de Cantares por Salomón, pero la construcción hebrea es ambigua y puede, muy aparte de autoría, denotar posesión (perteneciente a Salomón), dedicación (en honor de Salomón), sujeto (respecto a Salomón) o forma (al estilo de Salomón).



Un rasgo característico del hijo de David y Betsabé no solo fue su apasionada afición por el amor de las mujeres, sino su incapacidad de amar fielmente, tanto a Dios (1R 11.4-10) como a una sola esposa (1R 11.1-2; Ec 7.27-28). La Biblia declara que este rey era mujeriego y que tomó a mujeres extranjeras… llegando a tener setecientas esposas princesas y trescientas concubinas (1R 11.1, 3). Esta faceta del carácter de Salomón pone de manifiesto un detalle importante para evaluar la autoría del Cantar, toda vez que permite inferir el hecho de que difícilmente hubieran podido salir de un hombre como el Salomón descrito por las Sagradas Escrituras, las palabras pronunciadas por el Amado del Cantar. Solamente Aquel que mostró la fidelidad en el amor está en capacidad de declaraciones tales como las que registra el Cantar, y en este sentido, aunque el hijo de David y Betsabé fue un sabio, rico y poderoso rey, no obstante, desconocía la hermosa virtud de la fidelidad.

El nombre por el que YHVH conocía al hijo de David y Betsabé está registrado en 2 Samuel 12.24-25:

“… Y David consoló a su mujer Betsabé. Luego fue a ella y durmió con ella, y dio a luz un hijo, y lo llamó Salomón. Y YHVH lo amó, y envió por medio del profeta Natán, para que lo llamara Jedidías, por causa de YHVH… ”

Este pasaje nos muestra que a quien se refiere Cnt 1.1 es el mismo Señor Jesús: el Príncipe de Paz.

“… por tanto, su nombre será Salomón, y en sus días daré paz y reposo a Israel. Él edificará Casa a mi Nombre, y el me será por hijo y yo le seré por padre y estableceré el trono de su reino sobre Israel para siempre… ”

YHVH no llamó al hijo de David y Betsabé Salomón, lo llamó Jedidías. Por tanto, para YHVH, Salomón es Cristo.

Relación con Sus enemigos. El estado de los enemigos del hijo de David y Betsabé narrados en 1R 11.14-40, en donde podemos apreciar la presencia de los adversarios del hijo de David y Betsabé todos los días de su reinado en contraposición a la promesa hecha a Salomón registrada en:



Es relativamente sencillo ver como solamente Cristo se santificó a sí mismo por amor a su Iglesia (Jn 17.19) a fin de presentársela a sí mismo como una virgen pura, sin mancha y sin arruga ni cosa semejante (Ef 5.25-27). Él es, por tanto, el único capaz de llamar a la Iglesia ¡Paloma mía, perfecta mía! (Cnt 5.2), quien clama: ¡Muéstrate! ¡Hazme oír tu voz! Porque dulce es tu voz, y agraciado tu rostro (Cnt 2.14) y quien afirma que, aunque sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, y sin número las doncellas, una sola es su paloma (Cnt 6.8-9a).