Jn 7.37. Aquí (y en vv. 38-39) Jesús pronuncia sus palabras en el apropiado contexto del día más grande de la fiesta de los tabernáculos (7.2), en la que, diariamente (Lv 23.39-43) el sacerdote llevaba una copa de oro con agua del manantial de Siloé (que brotaba debajo del monte del templo), y solemnemente la vertía sobre el altar. Entonces se entonaban las palabras de Isaías 12.3: ... sacaréis aguas con alegría del manantial de la salvación. Este día no es otro que el octavo, símbolo de su resurrección, y consecuente derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés.